La seducción de la magia y la belleza |
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Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había
de recordar aquella tarde remota
en que su padre lo llevó a
conocer el hielo. Macondo era
entonces una aldea de veinte
casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un
río de aguas diáfanas…
Aquel
paquete que Gabriel García
Márquez (el joven periodista del
que estamos hablando)
había enviado desde una estación
de correos del Pedregal de San
Ángel, contenía sólo la mitad de
la novela inigualable que pronto
nos maravillaría bajo el título
de Cien Años de Soledad.
El
dinero que habían podido
conseguir él y su primera mujer
no había resultado suficiente
para enviar el manuscrito entero
por lo que les quedaba todavía
pendiente la tarea de vender
algunos enseres domésticos para
conseguir lo necesario para
enviar la segunda mitad. Y de
todos modos y dado que ya la
novela había sido rechazada por
dos editoriales de primer nivel,
el esfuerzo de haberla escrito
parecía excesivo, y el gasto en
que incurrían al enviarla a una
ciudad tan alejada y tan ajena
al Macondo en que se
desarrollaba la historia, se
anunciaba como una inútil
pérdida de tiempo
Por toda esa peripecia de
empecinamiento, desproporción,
genio y resistencia al fracaso,
por todo lo que sucedió después
de que la primera edición de
Cien Años de Soledad se agotara
en pocos días tras su aparición
el 30 de mayo de 1967, por todo
lo que su lectura significó para
quienes fuimos contemporáneos y
testigos de aquella maravilla y
no pudimos olvidarla jamás,
Latin@s en Toronto, el Hispanic
Canadian Heritage Council y
Latin Cuisine, los Departamentos
de Español y Portugués de la
Universidad de Toronto y los
consulados de Colombia y
Argentina se confabularon para
que el jueves 8 de Junio en el
restaurante La Carnita, el
público escuchara, en la voz de
dieciséis mujeres y hombres de
diferentes edades, diferentes
procedencias y diferentes
sensibilidades, aquellos pasajes
de Cien Años de Soledad con los
que se sintieran más
identificados.
La idea fue
que la riqueza de acentos e
inflexiones del español y en
este caso del español
latinoamericano, se sumara al
fenómeno de simpatía y empatía
que se genera cuando una persona
lee en voz alta para otra (algo
que uno de los organizadores
definió como “acto de amor”) de
modo de celebrar el 50
aniversario de la obra con un
encuentro en el que la lectura,
el disfrute de la comida y la
bebida y la charla con amigas y
amigos resultaran
apenas
facetas distintas de las mismas
emociones compartidas.
Para conseguir eso,
representantes consulares,
estudiantes, docentes
universitarios, activistas
comunitarios, periodistas, nos
volvieron a introducir con sus
voces en las vicisitudes de
aquellos primeros habitantes de
Macondo en el inicio de los
tiempos, cuando no todas las
cosas tenían nombre y había que
señalarlas con el dedo; en las
visitas de los gitanos que
llevaban a la ciénaga las
maravillas y las locuras del
mundo; en los reclamos de Úrsula
Iguarán por tener un lugar
reconocible como suyo y de sus
hijos aunque fuera en ese lugar
maldito; en el encuentro del
Galeón abandonado en la selva
rodeado de enredaderas y
henchido de amapolas; en la
epidemia de insomnio y olvidos;
en la elevación de Remedios la
bella, desnuda y liberada; en
las apariciones de mariposas
amarillas que le iluminaron a
Meme el camino al amor y a la
desgracia, en la irrupción de
los gringos, eficientes y
demoledores, y en la vorágine de
recuerdos en la que Aureliano
salta las páginas desesperado
por llegar a tiempo al momento
en que sucederá lo que estaba
anunciado desde siempre.
Fue una experiencia extraña y
reconfortante, porque nada que
tenga que ver con el realismo
mágico podría no serlo. Fue algo
que ahora sabemos que se puede
hacer y se podrá mejorar para
que nuestra identidad cultural e
idiomática no languidezca en la
nostalgia o no se reduzca a lo
previsible. Y fue algo que
hubiera sido inviable sin el
aporte entusiasta de cada uno de
quienes se vieron implicados y
encantados por la posibilidad de
dejarse seducir nuevamente por
la magia y la belleza, el
público incluido.
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